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Artículo titulado "Desasosiego" escrito por una experimentada educadora infantil de Pamplona.Llevamos tres semanas del periodo de adaptación. El martes de la primera semana entraron en mi clase 6 niños nuevos, que junto con los dos antiguos que pasaban del sector de lactantes , formaron el primer grupo de 8.
Transcurridas dos semanas se añadieron al grupo cuatros niños nuevos más. Ya somos 12. Sólo faltan tres niños y estaremos al completo.
De los 6 primeros puedo decir que están adaptados los que durante el curso pasado ya asistían a la escuela, la nuestra u otra. Los demás siguen sin tener el sosiego necesario para disfrutar de lo que la escuela infantil puede ofrecerles y lo demuestran llorando, no pudiendo conciliar el sueño, derumbándose ante la mínima dificultad, no admitiendo el alimento que les ofrecemos, provocándose el vómito, durmiendo para evadirse de la realidad, gritando en un sollozo continuo y sin lágrimas que reclama imperiosamente una atención que no alcanzamos a darle porque sólo somos dos educadoras y ellos 8 (no hay brazos para todos).
Los que se han incorporado esta semana sólo tienen ganas de llorar. Y lo hacen.
Ayer , 1 de septiembre, mi compañera y yo recibimos la ayuda de otra educadora que, el Organismo Autónomo para el que trabajo, por primera vez en 31 cursos, ha contratado temporalmente con motivo de la adaptación. ( hasta ese día, la directora nos ayudaba en cuanto podía). Pero os estoy hablando de 12 niños de los , aproximadamente, 50 que se incorporan este curso. Y la ayuda, esa persona que desde ayer comparte con nosotras la tarea de facilitar a los niños su adaptación, sólo está unas horas y es única; No una por clase, una para toda la escuela
También por primera vez en los 31 años que llevo trabajando, siento que la situación nos desborda. Siempre habíamos contemplado la situación de adaptación como un momento crítico y crucial en el bienestar del niño en la escuela infantil, pero como digo, nunca había experimentado el desasosiego que ahora tengo. Ahora que por fin tengo ayuda.
Hace unos días , recien empezado el curso, ya escribí acerca del papel que las mujeres jugamos en la crianza y educación de los niños propios o extraños. En esa ocasión sólo de pasada mencionaba lo que nos pesa en el alma el trabajo que desempeñamos.
¿Por qué ese peso? ¿por qué no nos sustraemos de las implicaciones emocionales que este trabajo conlleva? ¿por qué no nos olvidamos de ello al finalizar la jornada, por qué nos lo llevamos a cuestas como una condena sin reclusión? y ¿ POR QUÉ NO HACEMOS NADA Y SEGUIMOS TRAGANDO CON LO INADMISIBLE?
Ya no aguanto más este desasosiego que me impide dormir, No tolero la impotencia que me inunda cuando no llego a los que me reclaman. No soporto mi propia cara de póker cuando me preguntan cómo va la adaptación. No quiero experimentar la ira que produce la impotencia, ni quiero canalizarla hacia mi misma.
Y no es la edad aunque ya soy mayor. Es la consciente consciencia de lo que está pasando.
Pamplona 3 de septiembre de 2010
¿Qué tal va vuestra adaptación?