LA FELICIDAD DEL ANDALUZTeodoro León Gross - SUR, 15/4/2014
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Los andaluces están felices. Literalmente. Según la encuesta del Centro de Estudios Andaluces, un CIS al sur de Despeñaperros, puntuamos con 8,8 la satisfacción de vivir aquí. Bordeando el sobresaliente. Casi nueve de cada diez no se iría a ningún otro lugar. Y no se trata de los viejos terratenientes o los nuevos ricos del ladrillo o los jubilados de los largos inviernos del calvinismo continental para vivir en el Mediterráneo con trescientos días de sol, sino los andaluces en general, una sociedad oficialmente 'región pobre' europea con más de un tercio de la población adulta en paro, miles y miles de familias con todos sus miembros sin trabajo y sin subsidio, donde la pobreza alcanza la cota más profunda en el país, y los niveles más altos de fracaso escolar, y suma y sigue. Esa sociedad es la que se da a sí misma un sobresaliente en satisfacción. Hay que verlo para creerlo.
La felicidad va más allá de la riqueza, claro está. Los datos de Eurostat reflejan que en España hay más paro, más desigualdad y menos capacidad de afrontar gastos imprevistos -indicador de empobrecimiento cada vez más usado- y sin embargo apenas hay otro lugar europeo donde la gente se sienta más feliz. Para los alemanes deben de resultar desconcertantes esas estadísticas de sociedades felices al sur a pesar de todo. Y Andalucía marca un hito. Tal vez se trate del «ideal vegetativo» que enuncia Ortega en su 'Teoría de Andalucía': la plenitud existencial en armonía con la tierra. Para el alma andaluza, como dice Gala, la felicidad emana de darse cuenta que nada es demasiado importante. Vale, tal vez el tamaño de la cuenta corriente, el tamaño del coche o el tamaño de la casa no determinan el tamaño de la felicidad pero ¿tampoco el tamaño de la pobreza, el tamaño de los servicios subdesarrollados o el tamaño del fracaso escolar?
Los límites entre la complacencia y el inmovilismo andaluz son imprecisos. Es un éxito saber disfrutar de la vida más allá de los problemas; pero si los problemas te importan poco, haces poco por resolverlos. El conformismo es, para bien y para mal, consustancial con lo andaluz. Hace pocos años el sociólogo Pérez Yruela anotó 'la paradoja de la satisfacción': los andaluces celebran su progreso de las últimas décadas relajando el instinto crítico sobre lo mucho aún pendiente de resolver. Ese conformismo parece abonar, más allá del clientelismo de todas las autonomías, el voto continuista. A todo esto, los cambios experimentados se deben más a las transferencias europeas y españolas que a una gran gestión; y aun así Andalucía ha recortado menos su retraso que comunidades como el Algarve o La Mancha. Lejos de la retórica chavista del Top20, permanece estancada en la categoría de 'región pobre' de la UE. Y a pesar de todo la gente siente una satisfacción espectacular por vivir aquí. Verdaderamente espectacular.