Se acabó el tiempo para juegos
La rebaja de la prima de riesgo es artificial. Los verdaderos ajustes en gasto y más impuestos deben comenzar ahora.
Me figuro a Ángela Merkel caminando con un cayado en la mano como una pastora de ovejas mansurronas dando paseos por el Tirol italiano mientras los mercados se hundían por su tozudez para que el Banco Central Europeo (BCE) no comprara bonos italianos y españoles. Aquella misma tarde, debió de recibir la llamada telefónica de los presidentes de Siemens, Peter Löser, de Volkswagen, Martin Winter-korn, y de Deutsche Bank, Joseph Ackermann, cuyos accionistas habían perdido en una sola semana alrededor del 15 por ciento en bolsa, para pedirle flexibilidad en sus decisiones. Sobre todo, Ackermann, enviado como representante germano a renegociar los condiciones del segundo rescate griego, cuyo banco cayó alrededor del 30 por ciento.
Merkel, hija de un pastor luterano, educada en la cultura del sacrificio y el esfuerzo para alcanzar la eternidad, debió comprender en esos momentos que la crisis era como un boomerang. No existe bastión inexpugnable frente a la fuerza destructora de los mercados financieros.
Sarkozy, quien descansaba y cuidaba de su embarazada esposa Carla Bruni sobre las panorámicas vistas del Mediterráneo en Cap Negre, en la riviera francesa, localizó a Merkel en su retiro italiano para recordarle lo que tantas veces le había dicho: es necesario defender a los países periféricos para poder mantenerse a flote. El presidente francés había mantenido antes una ronda de conversaciones con Zapatero y Berlusconi, en la que les había puesto firmes. El futuro de Italia está íntimamente ligado al de Francia, ya que los vínculos de buena vecindad han provocado que los bancos galos estén armados hasta los dientes con deuda transalpina. Berlusconi se puso rápidamente a sus órdenes: suspendió las vacaciones del Parlamento italiano en pleno y convocó al día siguiente a patronal y sindicatos para comenzar a trabajar. El imperio Mediaset de su propiedad sufría el asedio de los especuladores por los cuatro costados. El más reticente fue, como siempre, Zapatero.
Todo está perfectamente. Elena (Salgado) me asegura que no hay problemas para cumplir el objetivo de déficit del 6 por ciento previsto para este año. Vamos a tomar más medidas el día 19 y, además, yo ya me voy. ¿Qué más quieres que haga? Dile a Merkel que no puedo hacer más. Son los mercados, que son unos especuladores.
Fue el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, quien tuvo que telefonear a Zapatero para sacarle un compromiso. Merkel no dio el paso de facilitar que el BCE comprara deuda italiana y española hasta que no obtuvo la promesa, en primera persona, de Zapatero de que iba a acometer más ajustes.
La adquisición de estos bonos es una solución temporal para frenar las primas de riesgo de estos dos países, que retrocedieron de manera inmediata entre 100 y 150 puntos. El problema es que la bajada no es sostenible en el tiempo, porque descapitalizaría al BCE, que además se ve obligado a emitir euros nuevos para afrontar las compras y alimenta la inflación. Paradójicamente, Trichet puede violar con la adquisición de bonos el mandato para el que nació la institución, el de mantener bajo control los precios.
Por eso, Sarkozy obtuvo un último compromiso de Merkel: agilizar los acuerdos alcanzados el 21 de julio para que el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) pueda adquirir deuda de los países periféricos en lugar del BCE, ya que la propuesta del presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, de duplicar la cuantía del fondo es imposible. La canciller aceptó a cambio de que se aceleraren las reformas y estos países adquirieran un compromiso de ceder parte de su soberanía fiscal a la Unión Europea. Un proyecto que ambos mandatarios esbozarán en la comparecencia prevista este martes.
Sarkozy respiró hondo, había logrado poner otro parche en la crisis de la deuda. Los mercados se percataron rápidamente de ello e intensificaron sus ataques. Lo que no esperaba el presidente francés es que el órdago definitivo de éstos se iba a jugar en su casa. Hacía una semana que Mohamed A. El-Erian, presidente ejecutivo de Pimco, había escrito en el Financial Times que París podría ser el próximo objetivo de la rebaja de calificación. Standard & Poor's no mencionó tal posibilidad en el comunicado sobre EEUU. Muy al contrario apuntaba a Reino Unido, más que a Francia. Pero con los nervios a flor de piel y el pánico en los talones, unido al rumor de que el banco galo Société Générale estaba a punto de irse al garete, el mercado sufrió un minicrac el miércoles.
Société Générale cayó en un solo día el 19 por ciento. Sarkozy, que ya había pedido a su joven ministro de Finanzas, Francois Baroin, que volviese a París, dejó definitivamente Cap Negre. El susto fue tremendo. El viernes, cuatro países tomaron medidas para evitar las ventas especulativas a corto, a fin de frenar los golpes sobre los bancos. El martes próximo comparecen Merkel y Sarkozy sobre los primeros esbozos de la gobernanza europea; el miércoles, el jefe del Estado francés enuncia más ajustes; el jueves lo hará Berlusconi y el viernes es el turno de Zapatero. Europa, por fin, se toma las cosas en serio. Los mercados regresan poco a poco a la calma, aunque el futuro es incierto.
Los líderes europeos evitan sus discrepancias en público y vuelven a la senda de los ajustes. Pero recuperar la confianza tardará. Su deterioro amenaza con volver a sumir al mundo en una recesión, por lo menos en la primera parte de 2012. Con una actividad menguante, los recortes fiscales anunciados no serán suficientes para cumplir las exigentes reducciones de déficit y habrá que acudir a incrementos de impuestos como el de Berlusconi.
Es por ello inconcebible que tanto Zapatero como Rajoy sigan negándose a ello. Si persisten en su error, volverá la inestabilidad y la prima de riesgo con Alemania, artificialmente rebajada, se disparará. El verdadero ajuste debe empezar ahora, aunque nadie se atreva a ponerle el cascabel al gato.