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Bravo por los profes de Madrid. Ayer por la mañana, y con menos de 24 horas para difundir la convocatoria, consiguieron celebrar una estupenda asamblea regional independiente, a la que se presentó más del 50% de los delegados de las áreas educativas de la Comunidad, y un buen puñado de representantes de claustros, así como delegados de los sindicatos alternativos y un montón de docentes a título individual. El motivo era bien sencillo: las empresas sindicales mayoritarias en el sector, con CCOO a la cabeza, habían vuelto a reírse de ellos. Pasando olímpicamente de los acuerdos tomados en las asambleas de los trabajadores de la enseñanza de Madrid, la mesa intersindical reunida un día y medio antes (la tarde del 10 de octubre) había convocado, de forma unilateral y cobarde, un calendario de 3 únicos días de paro hasta finales de noviembre, cuando los profesores habían votado mayoritariamente un modelo de huelga indefinida.
Ese modelo de huelga indefinida se había adoptado de forma completamente democrática y transparente. Durante toda la semana pasada, los profesores de secundaria de la Comunidad de Madrid, organizados en una eficiente red de asambleas de centros educativos y zonas, estuvieron sondeando la opinión de sus compañeros. El resultado de ese sondeo reflejaba la voluntad de la mayor parte del colectivo por adoptar un modelo concreto de movilizaciones, con dos puntos fundamentales:
- Por un lado, la convocatoria de paros de dos días por semana en semanas alternas hasta la retirada de las Instrucciones de principio de curso en secundaria y la vuelta al cupo de 2009 en todas las etapas de la enseñanza pública no universitaria. Esa huelga de dos días cada dos semanas, denominada por los profesores con la abreviatura "2-0-2-0", tenía que empezar los próximos 19 y 20 de octubre.
- Por otro lado, la extensión del conflicto a la educación primaria e infantil. Los maestros de primaria e infantil sufrieron el año pasado en Madrid recortes de plantilla y de condiciones laborales de la misma o mayor envergadura que los que han sufrido a principios de este curso los profesores de secundaria. Aunque en aquel momento no se movilizaron, en buena medida por la desidia de los sindicatos subvencionados, este año muchos de ellos han visto la oportunidad de reclamar lo que hace tiempo les vienen robando. Así, cada vez más claustros de profesores de primaria e infantil se han ido reuniendo en sus centros de trabajo y enviando delegados a las asambleas de área constituidas por los profes de secundaria. Los profesionales de la enseñanza secundaria, a su vez, son muy conscientes de que la segregación de las demandas de los docentes según etapas educativas les perjudica como colectivo en lucha y beneficia tanto a quienes están en el poder en los gobiernos regional y central como a quienes mueven los hilos desde los sindicatos amarillos, que no quieren una movilización contundente que pueda poner riesgo sus privilegios.
Por eso la rabia fue lo primero que se pudo sentir ayer en la asamblea independiente de profesores constituida desde las 11 de la mañana en el I.E.S. María de Austria de Plaza Elíptica. Hacía pocas horas que los gestores de las cinco empresas sindicales mayoritarias en el sector, reunidos en conciliábulo, habían publicado en todos los medios hegemónicos su convocatoria de paros los días 20 de octubre, 3 y 23 de noviembre, afectando únicamente a la enseñanza secundaria y alegando que no convocaban más días de huelga en noviembre para no interferir en la campaña electoral. La sensación de hastío entre los profes allí reunidos, unida a la sospecha de que las cinco empresas sindicales tenían interés en desmovilizarlos poco a poco, se habían vuelto, después de la última maniobra, una realidad que crispaba el ánimo de los allí presentes. Muchos de los delegados que acudieron a la cita de ayer habían trabajado con denuedo durante siete días para conseguir que los claustros de sus centros de trabajo se reunieran y votaran el calendario de huelga que mejor les parecía a todos, habían acudido luego a las asambleas de zona a volcar los resultados de dicha consulta, y encima habían compaginado todas esas tareas de organización con los piquetes informativos, los encierros, las manifestaciones y los demás actos reivindicativos organizados a nivel local y regional durante la semana de huelga pasada. Por eso ayer tenían la sensación de que no sólo Esperanza Aguirre y Lucía Figar estaban jugando a desmotivarlos y enervarlos: estaban convencidos de que los sindicatos de concertación también tenían interés en agotarlos.
La postura de la corporación CCOO, mayoritaria en el sector, ha sido especialmente vergonzosa en este asunto. Después de que UGT, STEM, ANPE y CSIF remoloneasen en los preparativos de las anteriores movilizaciones, llegando a boicotear la convocatoria de huelga del pasado día 22 de septiembre, las bases de CCOO presionaron a sus gerentes para que su organización tomase las riendas de una verdadera asamblea provincial de delegados de zona, donde los profesores fuesen los principales protagonistas y quienes eligiesen el camino a seguir en el conflicto contra la Consejería de Educación. Así, el pasado 29 de septiembre, en el salón de actos de la sede de CCOO en la calle Lope de Vega de Madrid, se celebró una asamblea de delegados de zonas educativas de la región, la primera después de las reuniones informativas de los días 20 de julio, 31 de agosto y 8 de septiembre. Fue una asamblea esperanzadora, puesto que los delegados, previamente elegidos por sus compañeros para trasladar las propuestas consensuadas en las distintas asambleas de zona, pudieron por primera vez desde el inicio del conflicto gestionar los acuerdos que traían y tomar decisiones concretas acerca del calendario de movilizaciones. En los días previos a esa reunión se había creado una estupenda herramienta informática, llamada Red Verde, con la que se establecía una comunicación interna entre todas las asambleas de profesores de Madrid y se intercambiaban, de forma cada vez más efectiva, las propuestas y los acuerdos firmes que en cada una de ellas se iban tomando. Los jerifaltes de CCOO, viendo que los profes se estaban organizando por su cuenta, que lo estaban haciendo bien, y que encima sus propios afiliados de base se les estaban subiendo a las barbas, no tuvieron más remedio que convocar esa asamblea regional, abrir la mano y dejar que los representantes de cada asamblea votasen sobre las futuras acciones del colectivo. Eran, si mal no recuerdo, treinta y pico delegados de zona, cada uno con un voto, y un delegado de la Asamblea de Interinos, al que se le concedió un voto también tras argumentar que el colectivo al que representaba estaba fundamentalmente compuesto por profesores despedidos y por lo tanto incapacitados para participar y votar en las asambleas de centros de trabajo. La mesa estaba compuesta por tres liberados de CCOO y tres representantes de zona (dos de ellos afiliados de esa empresa), convenientemente elegidos al principio de la asamblea para que, en el momento de hacerlos subir al estrado, pareciese que la selección se había hecho de forma aleatoria. En todo caso, y a pesar de esas irregularidades, daba la impresión de que las bases de CCOO, inspiradas por el 15-M, habían empezado una revolución dentro de su corporación, y que la estructura asamblearia tan bien urdida por los propios profesores a lo largo y ancho de la geografía madrileña iba a terminar infiltrándose en el entramado empresarial-representativo de los sindicatos de concertación. En un momento incluso, desde la mesa, se les ofreció a los delegados de los tres sindicatos alternativos presentes en la sala (CNT, CGT y SUT) la posibilidad de que votasen también las propuestas volcadas allí por los portavoces de zona, ofrecimiento que el delegado del sindicato de Enseñanza e Intervención Social de la CNT de Madrid, con buen criterio, declinó en nombre de su organización, "porque eran los trabajadores los que debían decidir el futuro calendario de movilizaciones, no los sindicatos." A cambio, se le cedió un turno de palabra de tres minutos a él, y a los representantes de CGT y SUT, que coincidieron en reclamar a los dirigentes de CCOO respeto a las decisiones tomadas de forma soberana por las asambleas de profesores. También habló allí la delegada del sindicato STEM, que, al verse desplazada del púlpito que había estado ocupando en las anteriores reuniones informativas, se había pasado la tarde pululando fuera de sí por entre las butacas del salón de actos. Fue la suya una intervención desatinada, casi hilarante, síntoma evidente del desquiciamiento que esos profesionales del negocio sindical están viviendo en estos días de asamblearismo y autoorganización en Madrid.
Aparte de algunas cuestiones menores sobre acciones locales y periodicidad de las concentraciones frente a la Consejería, lo que los delegados en aquella asamblea del día 29 decidieron fue básicamente una cosa: que durante la siguiente semana, la del 31 de septiembre al 6 de octubre, se haría el esfuerzo por reunir de nuevo a todos los claustros de los institutos de Madrid y se sometería a los profesores que participasen en dichas asambleas a un cuestionario sobre el tipo de movilización que preferían seguir de ahí en adelante. Los resultados se trasladarían posteriormente a las correspondientes asambleas de zona, y de allí a una nueva asamblea regional el lunes 7 de octubre, donde se consensuaría un calendario de movilizaciones claro, decidido en función de los resultados de dicha encuesta. Un profesor, oliéndose la traición que se estaba gestando, propuso que esa asamblea regional del día 7 se celebrase en un instituto de Madrid, no en la sede de CCOO. La liberada sindical Isabel Galvín, desde la mesa, se demudó un poco del susto, pero, una vez repuesta, y como profesional que es de la política y el engaño, consiguió que los profesores condescendiesen para que la siguiente asamblea regional se celebrase otra vez en casa de CCOO. Su argumento era que, aunque en la asamblea sólo tuvieran derecho a voto los delegados de zona, era importante disponer de un espacio grande para que todos los profes y maestros interesados pudiesen acercarse a conocer las deliberaciones de sus delegados. Era precisamente el argumento con el que ella misma y su compañero Paco García se habían encargado de abortar la toma de decisiones de los delegados en las anteriores asambleas regionales los días 31 de agosto y 8 de septiembre: "¡aquí hay un montón de gente que no sabemos ni quiénes son y así no se puede votar nada!" Con todo, los delegados fueron generosos de espíritu, y, como se demostraría más tarde, un poco inocentes: quedaron en volver a reunirse, ya con los resultados de la famosa encuesta en la mano, el lunes 7 de octubre por la tarde en el lugar que CCOO les dijese.
Tal y como habían prometido los delegados, el mencionado cuestionario se movió en los claustros de profesores de todo Madrid. El contenido de dicho cuestionario había sido aprobado en votación por los delegados en aquella asamblea del día 29 de septiembre: consistía en preguntarles a sus compañeros, primero, si querían seguir con la huelga o no, y, si respondían que sí, qué tipo de huelga preferían. De los tipos de huelga posibles, se consensuó ofrecerles cuatro modalidades para que eligiesen una:
- Tres días a la semana todas las semanas.
- Tres días a la semana en semanas alternas.
- Dos días a la semana todas las semanas.
- Dos días a la semana en semanas alternas.
Los lectores que hayan seguido un poco el desarrollo de este conflicto sabrán que la primera opción fue la más votada por el colectivo de profesores antes de que comenzara oficialmente el curso (casi un 73% de los encuestados). Era un modelo de huelga indefinida, que intentaba salvaguardar un poco el bolsillo de los huelguistas evitando parar los cinco días de la semana y confiando en que el Sindicato de Estudiantes tuviese la inteligencia de complementarlo convocando huelga de alumnos los lunes y viernes de cada semana. En otras palabras, desde el principio del curso la mayoría de los docentes de secundaria se habían mostrado muy conscientes de que la huelga indefinida de tres días por semana era la mejor arma para ganar este conflicto, la herramienta de lucha idónea para poner de manifiesto la idea fuerte que cohesionaba la indignación del colectivo ante las instrucciones de la Consejería: "así, en estas condiciones, no podemos dar clase". Además, había propuestas muy firmes de acompañar esa huelga indefinida con un boicot coordinado a los horarios, a las actividades extraescolares, a los equipos directivos que se plegasen a las órdenes draconianas de la consejera, a las editoriales de libros de texto, generando así un atasco integral en las aulas madrileñas que obligase a Esperanza Aguirre y sus secuaces a retroceder en su perverso plan de privatización de la escuela pública. Además, desde un primer momento, se planteó la necesidad de sumar a los ciclos de primaria, infantil y casas de niños a este conflicto, puesto que, como dijimos, los recortes habían sido tan duros o más para ellos en el pasado reciente.
En definitiva, muchos de los involucrados en este conflicto estamos convencidos de que aquella huelga, la que querían los profes, habría dado el triunfo a los trabajadores en un breve plazo de tiempo. Este orgulloso redactor, como muchos de los profesores a los que ustedes pregunten en Madrid, está seguro de que la huelga indefinida de martes a jueves habría durado como mucho tres o cuatro semanas, y que, ante la amenaza de otros colectivos (Universidad, sanidad, bomberos) de sumarse a la protesta, Lucía Figar y la marquesa consorte se habrían quitado enseguida la careta de "damas de hierro" y habrían retirado las Instrucciones y readmitido, cuando menos, a los 3.200 interinos despedidos este año en secundaria.
En Madrid tenemos el precedente de la huelga exitosa de los trabajadores del metro en el verano de 2010. Entonces el enemigo era el mismo (la Comunidad de Madrid) y el contexto social infinitamente menos propicio. Todavía recuerdo a las viejas madrileñas insultando a los conductores desde los andenes, y la salvaje criminalización que todos los medios hegemónicos hicieron de la reacción de los trabajadores ante una agresión brutal a sus derechos. Sin embargo, la huelga indefinida de los conductores del metro de Madrid logró buena parte de los objetivos que se planteaba, y alguno más que se perdió en el camino debido a la intervención caprichosa de la UGT a última hora. Pero claro, los sindicatos que llevaron la voz cantante en todo aquel proceso de movilizaciones fueron Solidaridad Obrera y CNT, dos organizaciones sin liberados sindicales, que no aceptan subvenciones y que se niegan a participar del circo de las elecciones y los comités de empresa.
Bien al contrario, quienes han llevado la batuta de las movilizaciones de los docentes madrileños hasta ayer día 12 de octubre han sido cinco corporaciones untadas hasta las cejas con el dinero suministrado por los mismos que promueven los recortes. Su intención ha sido, hasta ahora, la de apagar el fuego de la protesta y dilatar el proceso de huelga hasta el día en que puedan sentarse a negociar con la administración regional y hablar con ella, entre otras cosas, de sus cupos de liberados sindicales para el próximo curso. Por el camino, han logrado que la Marea Verde se vuelva, de momento, marejadilla, y que la huelga indefinida que los profesores querían secundar desde el principio haya quedado, de momento, en agua de borrajas. Está claro que no quieren, bajo ningún concepto, que los trabajadores de este país descubran el poder de su voz en las calles ni que se enteren de que una huelga indefinida en los centros de trabajo les puede devolver en un plazo muy breve de tiempo todos los derechos que se les han usurpado durante los últimos meses de reformas y decretazos. Saben perfectamente que el día en que los trabajadores se empoderen y aprendan a organizarse por su cuenta, el submarino amarillo que ellos representan, carburado con la financiación de las arcas públicas, se hundirá para no volver a tocar la superficie nunca.
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