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Encuentran en Cañizal el esqueleto de un hombre desaparecido hace veinte añosUn sobrino halló el cadáver, que presumiblemente corresponde a Vicente Benito, un solitario que hoy tendría 73 años y nadie pensaba que estaba en el pueblo
IRENE GÓMEZ Vicente Benito Palomino era para todos «Pompón». Así se le conocía en su pueblo, Cañizal. Un ser solitario, poco dado a las relaciones sociales, desvinculado de la familia. Entre el vecindario los recuerdos del hombre son fugaces. Estaba de pastor de un lado para otro. Iba, venía. Pasaba desapercibido para todo el mundo. Cuentan que la última vez que se le vio fue en las fiestas del pueblo. ¿Hace cuántos años? «Catorce, quince, no se sabe muy bien» explica el alcalde, Miguel Ángel Herrero.
Más que del propio «Pompón», en la memoria de muchos vecinos está su perro, al que dejó atado a la ventana con una cazuela de comida. Cuando ésta se acabó, el animal enflaquecía y todo el mundo le echaba la culpa de haberlo dejado abandonado. «¡Pero este desgraciado, no le dará vergüenza dejar así al animal!», se oía a los vecinos que pasaban por la puerta de la casa. Ahora se explica lo que pasó. Presumiblemente en aquel momento Vicente Benito ya estaba muerto. Y si así fuera tendría 53 años.
Son las cábalas que se hacen en Cañizal porque, con la investigación abierta y el hermetismo de la Guardia Civil, surgen todo tipo de comentarios entre los corrillos vecinales. Los hechos objetivos son los siguientes. La noche del pasado viernes aparecía el esqueleto en una vivienda de la calle Barreros. Fue un sobrino el que encontró el cuerpo de un hombre al que el pueblo ya daba definitivamente por desaparecido. Todas las sospechas apuntan a Vicente Benito «Pompón», aunque su identidad no se confirmará hasta que el Laboratorio de Criminalística de la Policía Judicial de la Guardia Civil concluya las investigaciones. Al parecer tomará muestra de ADN de uno de los hermanos con el fin de despejar las dudas y ver que efectivamente el cuerpo esqueletizado corresponde a Vicente Benito Palomino. Y se podrá también determinar la fecha exacta de la muerte.
Pese a que hacía años que no tenía ninguna relación con la familia, cuentan que el sobrino tenía cierta intriga sobre el paradero de su tío y pasadas las doce de la noche del día 26 entró en la casa por una ventana de la parte de atrás. Allí, tumbado en el pasillo, encontró el cadáver, ya hecho una osamenta, con vestimenta en el cuerpo y desnudo de cintura para abajo. De inmediato avisó a la familia y éstos a la Guardia Civil, que mantiene la puerta de la vivienda precintada.
Dada la hora, apenas un puñado de vecinos se enteraron del macabro hallazgo. Dos concejalas del Ayuntamiento, porque el alcalde no estaba en el pueblo, el cerrajero al que llamaron para abrir la puerta y algunos familiares del desaparecido. «En una semana no duermo», se le ha oído decir al chico que se encontró el luctuoso hallazgo.
Entre el grupo estaba María Victoria Barrios, una de las ediles y esposa del cerrajero, quien tuvo que romper el cristal de la puerta y así pudo abrir el cerrojo. A escasa distancia se encontraba el esqueleto del hombre, tendido en el suelo. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? Es la pregunta que se hace todo el mundo.
Los comentarios corren como la pólvora por el pueblo. Hay quien dice que encontraron unos cupones de los ciegos en la casa y eso podría dar pistas a la Guardia Civil en torno a los últimos días de vida del hombre. Lo que sí parece claro es que el euro no estaba aún en vigor porque se encontraron tres billetes de mil pesetas y algo de calderilla.
La pregunta que surge es cómo nadie reclamó el paradero de Vicente Benito que a día de hoy tendría 73 años (nació el 3 de abril de 1939 en Cañizal). «Con los hermanos perdió la relación y él se fue a trabajar de pastor, pero estaba una vez en un sitio otra en otro, total que nadie pensaba que pudiera encontrarse en el pueblo», argumenta el alcalde.
Si se manejan los veinte años que puede llevar el cadáver en la vivienda es en base a la fecha de la denuncia sobre su desaparición que puso su mujer €de la que estaba separado€ en noviembre del año 1992. «Llevaba años viviendo con otro señor y quería legalizar su situación», cuenta María Victoria Barrios.
Pero desde aquella no se supo más de «Pompón». Ni la familia €tiene dos hermanos en el pueblo y la que fue su mujer, después de un fugaz matrimonio rehizo su vida con otro hombre y vive en la vecina localidad de Olmo de la Guareña€ ni los vecinos habían vuelto a saber de aquel alma solitaria que con unos cuarenta años se marchó a trabajar fuera del pueblo. La casa que habitaba cuando aparecía por Cañizal estaba ahí, a medio construir y abandonada.
«La gente creía que no estaba por aquí», cuenta Miguel Ángel Herrero. De hecho, el perro que durante un tiempo permaneció atado a la ventana de la casa y que generó críticos comentarios por el aparente abandono, lo cogió un vecino y con él vivió hasta que hace dos años se murió de viejo. «Era un animal muy noble», recuerda el alcalde.
De Vicente Benito pocas cosas más se saben más allá de sus tribulaciones por el mundo. Estuvo unos meses en Suiza junto a un hermano y después siempre trabajó de pastor en pueblos de Salamanca, Portugal o la comarca de Sayago. Se cree que su último trabajo fue en Pereruela. «Por los movimientos de la cartilla del banco se podrá ver hasta cuándo estuvo vivo» sugiere María Victoria Barrios, que tuvo cierta relación con «Pompón» porque su marido le hizo una persiana para la casa. «Iba construyéndola poco a poco». De hecho ni había suelo, estaba de cemento, y en la puerta de la calle hay un hueco hasta el suelo de unos doce centímetros.
Visto así se preguntan los vecinos cómo no se percibió el olor de un cuerpo en plena descomposición. «Hay cerdos cerca y a lo mejor la gente lo confundió» apunta el alcalde. Sea como fuere la realidad es que han pasado veinte años sin que nadie se percatara de la presencia del cadáver en la casa, que ni por un lado ni por otro tiene vecinos aunque sí hay viviendas cerca. «Como desde el principio nadie pensó que este hombre estaba ahí pues ha ido pasando el tiempo», apunta Miguel Ángel Herrero
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Ay esta castilla nuestra, con sus gentes y su espíritu tan de dentro... y sus cerdos, ese olor tan pestilente que no se pué aguantar y se extiende por el aire...