Y lanzo una pregunta, ¿los maestros tenemos libertad de cátedra?
Por la directa, la respuesta es NO.
En realidad es un derecho difuso (por su indefinición) que está reconocido en la Constitución Española del 78 junto a otros derechos como la libertad de expresión o el de creación y difusión de obras y pensamiento; y en la LODE.
Está contemplado, sin reservas en el ámbito de la Educación no universitaria, con las limitaciones que le marcan otros derechos, especialmente el del derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y la infancia, salvadas las presiones que contra su ejercicio hicieron la Iglesia primero y luego los Estados, cuando las "grandes" naciones tomaron cuerpo, conciencia de sí y el suficiente poder.
No obstante, en la educación NO universitaria, quizá los profesores y catedráticos podrían invocarlo... Pero sería cogérsela con papel de fumar. Porque aún estando ratificado en la LODE, el derecho a la libertad de cátedra sigue estando ((mal) intencionadamente) arrinconado en un extraño limbo del que, lejos de rescatarlo, la normativa posterior, de facto, no ha hecho otra cosa que sumergirlo definitivamente.
Y sin embargo, ahí creo que está la gran batalla: en enarbolar ese derecho, también en la Educación no universitaria reconvertido en otro más general como el derecho a la libertad académica, contra el antojadizo caciquismo partidario de la casta política que nos somete, para rescatar la Educación de garras de estos intocables enemigos del interés general.
La Función Pública es un invento napoleónico. Decía el estadista que las personas mueren pero las corporaciones no. Y ese fue el espíritu con el que creó el funcionariado, con la idea de crear cuerpos que, cada uno en su ámbito, dieran continuidad a la buena gestión de los pilares del Estado, de forma independiente, a salvo de los antojos del dictador de turno. Y mira tú de qué forma ha llegado a pervertirse el invento que precisamente hemos caído en aquello que se pretendía evitar. Ahora en vez de un emperador tenemos caciquillos de tres al cuarto, endiosados por un sistema oligárquico que, salvando más mal que bien las apariencias, no es más que una dictadura que ha sabido infiltrarse mucho más allá de donde legítimamente le corresponde.
Siendo la Educación un ámbito inequívocamente político, desde luego que sí, NO deberíamos consentir que los vividores de la política sigan manoseando el sagrado derecho a la educación (de calidad) de nuestros hijos.
Hay que darles un mensaje claro como el que he leído por ahí:
"Nos estáis tocando los cojones por encima de vuestras posibilidades".