Sin sorpresas. El partido Popular ha hecho lo que estaba escrito en el guión. Es lo mismo que habría hecho el PSOE si aún gobernase. Es sorprendente ver a los “expertos” cómo se rasgan las vestiduras sobre unas medidas previsibles. A estas alturas resulta increíble que alguien confíe en los gobiernos como salvadores de la patria. Ningún partido político puede cambiar el sistema. Son parte del sistema, y por tanto del problema.
Las medidas del nuevo Gobierno refuerzan el concepto improductivo y dañino del Estado del Bienestar. No es sorprendente, ya que Rajoy dijo que haría lo contrario. Afirmó que no tocaría el IRPF y que “lo modernizaría”. Lo ha subido. Abogó por preservar el ahorro de los españoles y ha disparado las rentas de capital. Tal vez quiera que todo el dinero que aún no se ha fugado del país se vaya ahora. Encima aumenta el gasto por deducciones en vivienda y sube el IBI. En fin, un disparate para comprar votos en las próximas elecciones de Andalucía.
En esta línea, mantiene los 400 euros del PER nacional, lo que significa gastar 50 millones de euros al mes, y prácticamente no toca las ayudas a sindicatos y partidos políticos. En otras palabras, el PP aboga por la destrucción total de la clase media, de la producción y del avance económico. Su mensaje, visto desde un punto de vista de incentivos económicos, es: los que trabajan pagarán las facturas de los que no trabajan. No hay mejor solución para crear pobreza. Fuga de capitales y más pérdida de trabajos. No sólo eso, sino que ahonda en la mentalidad actual del subvencionalismo haciendo al ciudadano el mismo drogadicto del Estado que era hasta ahora. La idea es seguir manteniendo a la gente aborregada, sumisa y dependiente para que no se quejen mucho. Algo fácil de conseguir en un país plagado de esclavos y cobardes.
Rajoy parece ver el mundo como lo hacía el “querido líder” Kim Jong-il. Es decir, el de un Estado sano y fuerte con una población arruinada que pasa hambre. Mes tras mes aumenta la ayuda humanitaria privada a la sociedad. Ya no solo en alimentos, sino en medicinas, a los autónomos y en otro tipo de complementos como libros de texto. El objetivo no es salvar al Gobierno, sino a la gente. Y la gente no se salvará mientras dependa del Gobierno. Ha de aprender a salvarse a sí misma.
Rajoy ha omitido totalmente el drama del desempleo. Este país tiene una tasa de desocupación superior al 20%. Los impuestos totales al trabajo representan el 50% del sueldo bruto (contando la parte empresarial) de un trabajador. Para verlo más claro, imagínese que el pan es el sustento básico del país. ¿Qué cree que ocurriría si al Gobierno se le ocurre la genial idea de subirlo un 50%? Que mucha gente se quedaría sin su sustento básico. Pues es exactamente lo que le ocurre al trabajo. Si el Estado se dedica a gravarlo, éste escaseará o se irá a la economía sumergida. Es inaceptable. Los impuestos al trabajo han de ser abolidos. El principal creador de desempleo no es la crisis, ni el sector inmobiliario ni los tiburones de Wall Street, sino el Gobierno.
En esta vorágine de aumento del Estado Omnipotente, robo institucional a gran escala y pobreza general a la que vamos, el PP dice que estas medidas son la punta del iceberg. Los recortes no salvarán la economía, ha de haber un cambio de mentalidad. Y es que como ha dicho Juan Ramón Rallo en su última columna, la punta del iceberg significa que Rajoy va a dispara los impuestos en marzo o abril. El nuevo Gobierno, como es evidente, trabaja para si mismo, no para el ciudadano.
El decoupling entre ciudadano y Estado ha de aumentar o mucha gente se expone a pasar un 2012 atroz. No se puede estar a favor del sistema cuando éste arrastra a la libertad y prosperidad económica de la gente al nivel de indigencia. Si el Gobierno no nos da libertad civil y económica ya que solo tiene en mente su bienestar y el de los lobbies afines, lo tendremos que crear nosotros a su espalda.