Viaje fin de carrera
Posted on Sábado, 10 diciembre 2011
Vaya por delante que en general desconfío mucho de las encuestas y que de la parte de las encuestas que me merecen una mayor desconfianza es ese apartado en que los ciudadanos valoran a los líderes políticos. Voy a poner un ejemplo: desde que se inició el viaje sin retorno hacia la nada en la que finalmente desemboca en estos días, los zapateristas acérrimos se encastillaban en ese apartado de la encuesta: Rajoy está muy por debajo de Zapatero como líder. La cantidad de referencias que esa expresión tiene en el articulismo español, no me hagan dar nombres. Fíjense ahora. Bastaba ver el besamanos del día de la Constitución; de repente parecía Churchill.
Desde que fue nombrada ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde ha ocupado sistemáticamente el último puesto de entre sus pares en la valoración de los ciudadanos en una lista en la que estaban Moratinos, Pajín, Aído y tantos otros y otras. Asomarse al final de su mandato produce vértigo y también algo de incomprensión. Autora de la ley que lleva su nombre, que eso siempre da mal fario (Ley Sinde, Plan Ibarretxe) acepta como la cosa más normal del mundo que el Gobierno del que ella forma parte deje sin aprobar el reglamenta que la desarrolla.
La cuestión no es que la ley sea más o menos perfectible, que debió ser negociada con la oposición para que naciera con cierta fuerza. Era una ley necesaria, que no fue tumbada parlamentariamente por una conjunción de las fuerzas opositoras, sino por el propio partido que la propuso y que la ministra tan flagrantemente desautorizada no pusiera su cargo a disposición del divino nombrante. No digamos inmediatamente, quizá en un plazo de tres horas.
Tampoco se entiende fácilmente que tras las informaciones publicadas sobre la SGAE y las presuntas operaciones ilegales de sus directivos máximos, ella se haya dado de baja como socia. Lo que sí se puede entender, ya metidos en gastos, es que para curarse de tantos sinsabores haya hecho un viaje alrededor del mundo, que la ha llevado a nueva York, Japón y Moscú. Jon Juaristi publicó una columna razonable, en la que recordaba cómo, al entrar en funciones en tanto que director del Instituto Cervantes, canceló toda la agenda de viajes prevista. Habría sido lo sensato.
Ahora aflora noticia de que canceló una reserva de hotel en Moscú (habitación estándar, hotel Nacional, cinco estrellas) para cambiarla por una suite Lujo del Kremlin, en el Baltschug Kempinski, también de cinco estrellas, 70 metros cuadrados, vistas al Kremlin, 1.500 euros noche. La embajada de España en Moscú ha terciado para explicar que sí es verdad que era una suite muy guay, pero que en realidad salió muy barata, 330 euros y que el paso de una suite a otra se produjo gratis total. Lo que pasó fue que la ministra decidió cambiar su habitación estándar del Nacional por una suite Studio del B.K.
Es muy comprensible que la ministra aprovechara una oferta tan ventajosa, aunque el personal del hotel dice que se le hace raro un descuento del 78% en una ciudad tan cara como Moscú. Lo que no dice la Embajada es por qué estaba González-Sinde en Moscú, qué necesidad había. No es cierto que fuera a clausurar el Año Dual España-Rusia. No hubo ninguna autoridad rusa en el palco. La verdadera clausura del Año Dual discurrió el lunes en el Teatro Real de Madrid con la presidencia de los Reyes y la actuación de artistas del Bolshói y del Mariinski de San Petersburgo. Tal vez, seamos piadosos, Sinde ha obrado confundida por el tono medio de becarios y becarias que tiene sus compañeros y compañeras del Consejo de Ministros y Ministras y ha confundido este fin de fiesta con un viaje de fin de carrera.