Podemos poner a los funcionarios a trabajar gratis. Podemos subir los impuestos hasta el infinito. Podemos emitir deuda pública con una fotocopiadora. Podemos implorar que al BCE nos compre esa inmensa deuda. Podemos hacer mil cosas, pero hasta que no se meta mano en la ruina nacional de las autonomías, la prima de riesgo no bajará. Los inversores no son tontos, saben que la mayor parte del déficit corresponde a las autonomías y que no están dispuestas de motu propio a rebajarlo. Es más, se vio el otro día en la reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera, que lo que quieren es gastar aún más.
Las autonomías no son un tiro en el pie de España, sino un tiro en la barriga. En esta crisis estamos comprobando con toda su crudeza lo que significa el haber creado estos miniestaditos. Fuera de nuestras fronteras observan con estupor como un gobierno elegido por un parlamento donde su partido tiene la mayoría absoluta, partido que gobierna en la mayoría de las CC.AA. y de los municipios, es incapaz de imponer su política económica en una gran parte de la administración pública. Y todo eso a pesar que financieramente las autonomías están en la miseria, pero que tienen tanto poder que pueden seguir exigiendo fondos al estado central y no dejar de caminar hacia la secesión.
No podemos pedir aspirinas a Europa sin que primero curemos el balazo en la barriga que nos desangra. Y el cirujano que nos cosa las tripas, antes tendrá que quitarnos la pistola cargada que aún mantenemos amenazante sobre nosotros mismos. Nadie puede tomarse en serio a España hasta que no lo hagamos nosotros. Y esto no pasará hasta que el gobierno no presente un plan, sí un PLAN, no cuatro ideitas sueltas, de desmantelamiento de las CC.AA., y si no es de desmantelamiento, si al menos de reducción de su estructura y su adecuación como administraciones al servicio del interés general, es decir, de la nación. Un plan detallado y datado, con su reforma constitucional correspondiente, con el resto de la legislación que de ella derive, con sus plazos y con el resultado final al que se aspira obtener.
En lo urgente, que es lo económico, sustituiría a los ministrines de hacienda por funcionarios del ministerio de Montoro. Así evitaríamos el bochornoso espectáculo de los políticos de boina por evitar ser los primeros en pedir a la administración central el dinero del fondo de rescate, negando que sea un rescate, y demás alpargatadas. Todas intervenidas desde el minuto cero, aplicando los ajustes necesarios en cada una –que a todas, más o menos, les hacen falta– y allanando el camino para la reestructuración de la administración que tanta falta nos hace, más allá de la crisis económica. Y cuando el gobierno español gobierne España, ya podrá pedir que Europa le ayude.
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