Se acabó la gracia
Siete meses despues de tomar posesión, el gobierno de Mariano Rajoy ha dilapidado todo su capital.
Sus ex votantes asisten (asistimos) perplejos a los bandazos de un gobierno que ha entrado en pánico, que improvisa, que ha perdido el control de la situación y cuyos ministros corren de aquí para allá como histéricos pollos sin cabeza. Y esto es mucho decir de un partido que se veía en La Moncloa desde el año 2010. A Mariano Rajoy no le votamos para que con un poder absoluto hiciera lo mismo que había hecho ZP con una mayoría precaria, le votamos no solo para que reformara la economía sino para que aplicara reformas estructurales a la organización misma del Estado. Pero todo ha sido un gran engaño. Mariano Rajoy, presidente de centro derecha, nacionaliza bancos, sube impuestos y llama amigo a Hugo Chávez. Quien les ha visto y quien les ve.
No voy a insistir en la responsabilidad del PSOE, puesto que de eso llevamos hablando en este blog desde el año 2006. Las ciudadanía ya sabe que los socialistas han sido capaces de hundir el país en dos ocasiones, de obligar a los jóvenes a hacer las maletas y dejarlo todo, de mandar a las clases medias a los comedores de cáritas y empujar a los pensionistas a la medicidad. Eso ya lo hicieron en los noventa, y lo han vuelto a hacer. Pero lo del Partido Popular ha sido la gran sorpresa. No hay ninguna diferencia entre el Mariano Rajoy de 2012 y el Rodríguez Zapatero de 2010, ninguna.
Mariano Rajoy dice que no nos queda otra, nos intenta asustar poniendo gesto duro y diciendo que si no aceptamos este hachazo nos pasará algo peor, y que no hay más remedio que asfixiar aún más a una población que ya no da más de sí, que ya no puede más. Verán ustedes, si esto fuera cierto, no nos quedaría más remedio que lamentarnos en silencio, hacer las maletas, cerrar nuestro pequeño negocio, hacer cola en el comedor social, echar horas en la oficina de empleo y ayudar al abuelo a llenar la nevera como buenamente pudiéramos.
Pero es que resulta que no es verdad, que hay otras opciones antes que asfixiar a los ciudadanos. Cada vez somos más quienes señalamos a las Comunidades Autónomas como grandes tumores infectados de políticos provincianos cargados de complejos que llevan cuatro décadas trabajando por los intereses y privilegios de su casta dejando a los ciudadanos a un lado. Cada vez se hace más evidente la necesidad de eliminar instituciones y organizaciones absurdas y caras, como el Senado, las Diputaciones, los Consells y Cabildos, las Federaciones de Municipios, las teles y empresas públicas. Se deben limitar por ley los sueldos de los alcaldes, concejales, presidentes regionales y consejeros. Es justo y necesario fusionar ayuntamientos. Es urgente limitar el número de enchufados en las administraciones. Decía Cospedal hace un par de días que las administraciones públicas no son agencias de colocación, pero mucho me temo que se refería a los funcionarios y no a los familiares, amigos o colegas del partido que serían incapaces de labrarse una carrera en el sector privado y estan mamando de la teta publica porque llevan años ensobrando en la sede del partido.
Sabemos que el Ayuntamiento de Jerez tiene a 120 personas contratadas solo para labores de comunicación. Sabemos que la joven alcaldesa de San Lúcar, del PSOE, cobra casi 60.000 euros al año, casi tanto como el Presidente de Andalucía. Sabemos hoy que Mariano Rajoy sigue cobrando 870,56 euros al mes para alojamiento y manutención a pesar de que vive en La Moncloa. Sabemos que ayer llegó a Bruselas el Presidente de Baleares para ver un partido de fútbol y pedir dinero a Europa porque tiene que cerrar hospitales y despedir maestros para poder mantener instituciones inútiles como los Consejos Insulares.
Para sorpresa de muchos, el PP parece viejo en siete meses. Sus movimientos y actuaciones son las propias de un régimen que se derrumba; huídas de la prensa por la puerta de atrás, pánico a la gente que deriva en levantamiento de murallas para protegerse en el Congreso de los Diputados, rechazo de comparecencias públicas no solo ante la prensa sino ante el legislativo. Todo esto no hace más que agravar el enfado de unos ciudadanos que les votaron, y ahora no les creen.
Cualquiera diría que Mariano Rajoy espera a que amaine la tormenta tirando por lo facil en vez de coger al toro por los cuernos y hacer lo que se le mandó hacer.
Solo cuando el Partido Popular haga lo que tiene que hacer, para lo que se le votó, que no es otra cosa que reformar el Estado y las instituciones en el sentido anteriormente expuesto, anteponiendo los intereses de los ciudadanos a los de la casta política, podrá ponerse delante de una cámara y decir que no hay más remedio de subir impuestos y recortar. Hasta entonces no le creo.